martes, 27 de diciembre de 2016

Alfred Jarry, Remy de Gourmont y Berthe de Courrière

Alfred Jarry - El amor en visitas
Es posible encontrar rasgos autobiográficos en distintos capí­tulos de El amor en visitas (por ejemplo, en la afición por el alcohol del Lucien de En casa de Manon, o en la descripción de sus ojos, semejante a la hecha por Rachilde de los de Jarry: “En su rostro pálido, de nariz corta, sus ojos negros eran como dos grandes agujeros, ojos de una singular fosforescencia…”), pero el de En casa de la señora anciana es casi enteramente autobiográfico, hasta el punto de que Jarry incluyó en él tex­tualmente documentos auténticos. De hecho, se trata menos de un relato que de una salvaje venganza escrita contra Remy de Gourmont y su amante, modelo de la anciana señora de la fic­ción, Berthe de Courrière.
Esta última, cuyo verdadero nombre era Caroline-Louise-Victoire Courrière, había nacido en Lille en 1852 y, decidida a conquistar la gloria (es decir, en la Francia de la época, a con­quistar París), partió a los veinte años rumbo a la capital, donde llevó la vida de una demi-mondaine (mujer mantenida que lleva una vida mundana).
Pronto se hizo célebre gracias a su belleza, las proporciones inusuales de su anatomía (al parecer, siendo una adolescente ya calzaba zapatos de número 42…), a sus extravagancias y a sus prestigiosos amantes. El primero de éstos fue el general Georges Boulanger (quien en 1889 estuvo a punto de terminar con la incipiente Tercera República, y del que Jarry se burla en la figura del general Mitron), seguido por varios ministros. Conquistó, más tarde, al escultor Auguste Clésinger, yerno de George Sand, quien la tomaría por modelo del busto de la Ma­rianne que se encuentra hoy en día en el Palacio del Senado y para la estatua monumental de la República exhibida en la Exposición Universal de 1878, y que lamentablemente se ha perdido. Mejor aún (para Berthe y para la historia de la litera­tura): haría de ella su heredera universal, con lo que, a la muerte del escultor en 1883, se encontraría en posesión de una fortuna considerable.
Tres años más tarde conocería a Remy de Gourmont, para convertirse en su amante y en su musa inspiradora. Gracias a él, entró en la literatura como había entrado en las artes plásti­cas: además de hacerle publicar algunos artículos en el Mer­cure de France, Gourmont la transformará en la protagonista de su novela Sixtine, roman de la vie cérébrale, y más tarde de Fantôme. Se la presentará, a su vez, a Joris-Karl Huysmans, quien hará de ella la satánica Hyacinthe Chantelouve de su novela Là-bas; Berthe de Courrière le ofrecía, para esto, un material muy rico: apasionada por el esoterismo, era conocida por frecuentar sacerdotes renegados, asistir a misas negras y cultivar, según el testimonio de Rachilde, costumbres tan sin­gulares como la de arrojarles hostias consagradas a los perros callejeros. Curiosamente, jugó un papel esencial en la conver­sión de Huysmans al catolicismo, ya que fue ella en persona quien lo llevó a ver al abate Mugnier, como éste mismo lo dejó consignado en su célebre Journal:
Madame Berthe Courrière me trajo esta tarde a la sacristía al novelista Huysmans. Conversación muy curiosa. Anoto: ‘Tengo atavismos religiosos’. […] Acaba de escribir Là-bas, un libro satánico lleno de misas negras. Querría escribir un libro de tono opuesto. Pero para escribirlo desearía transformarse, acabar con ciertas costumbres. […] Piensa en hacer un retiro en la Cartuja o en otra parte. ‘Un monje frustrado’, decía de él su compañera.
A principios de 1894 se produciría el encuentro entre Jarry y Remy de Gourmont, en los salones del Mercure de France, donde Rachilde, esposa de Alfred Vallette, fundador de la re­vista, animaba su círculo literario frecuentado por los más re­nombrados autores de la época. La amistad entre Gourmont y Jarry fructificaría en octubre de ese año, fecha de aparición de la lujosa revista L'Ymagier, que dirigían en forma conjunta. No es imposible que Berthe de Courrière contribuyese a financiar la revista gracias a su fortuna; si así fue, no se debió, desgra­ciadamente, a un interés puramente artístico y literario. Berthe concibió pronto por el joven Alfred una pasión que no tardó en manifestarse; según algunos de los comentaristas actuales de la historia, fueron Rachilde y el escritor Jean de Tinan quienes tuvieron la maligna ocurrencia de hacerle creer a la extrava­gante mujer que Jarry estaba enamorado de ella y que no era indiferente a sus encantos. Deseosa de conquistar al esquivo escritor, Berthe le envió cartas y telegramas que no obtuvieron respuesta y, finalmente, escondido entre las páginas de un li­bro que le prestó, un texto inflamado en el que, con el título de Tua res agitur, le declaraba su pasión en los términos más hiperbólicos. Era demasiado. La reacción de Jarry no se hizo esperar: fue violenta. Rompió con la pobre Berthe, rompió con Gourmont (lo que significó la muerte de L'Ymagier apenas cumplidos los dos años de su nacimiento) y, sediento de ven­ganza, escribió la Inscripción sobre la gran historia de la an­ciana señora, sangriento poema satírico en que se burlaba de Berthe. (Lo de “anciana señora” era, indudablemente, excesivo, si tenemos en cuenta que en ese entonces la aludida tenía tan sólo unos cuarenta y tres años; pero Jarry tomó la expresión de un texto de Gourmont, Le panorama de la vieille dame, publi­cado en la revista Pan de abril-mayo de 1895, en que el autor había escrito: “La anciana señora es realmente anciana y hasta un poco calva, debajo de su peluca amarilla…”, palabras que no se referían, sin duda, a Berthe, pero que Jarry reutilizó a su conveniencia en su relato —con lo que su ataque, o contraata­que, recayó también sobre la persona de Gourmont, a quien designa en el poema, como después designaría en el relato, como “le vieux daim”, jocoso y malévolo masculino de “la vieille dame”).
No contento con eso, no dudó en convertir el episodio en el tercer capítulo de El amor en visitas; si bien el encuentro que se narra en él es inventado, no lo es el texto de Tua res agitur, como tampoco lo son las cartas que envía la enamorada, que reproducen, con escasas modificaciones y sin omitir faltas de ortografía, las que la pobre enamorada le envió al joven Jarry.
La venganza era salvaje, y, si es cierto que Rachilde había jugado en todo esto un papel de instigadora, queda constancia en sus cartas a Jarry de que se arrepintió muy pronto:
Me siento apenada, mi pequeño Ubú, por la historia de la anciana señora… Es difamarla, y si ella está menos loca que de costumbre puede llevarte a los tribunales, así que… Quizás sea de lamentar que no quieran ence­rrar del todo a los locos, pero si se los deja libres tam­poco es para que tengamos que tratarlos como a personas razonables y… responsables. Cada vez que le hagas daño a un animal o a un inconsciente me llenarás de indignación… Ha sido tonta, ridícula, pero eso tiene por causa una locura que tú mismo pudiste constatar, pero ella te ha hecho favores…
(Las alusiones de Rachilde a la locura de Berthe no eran meras exageraciones compasivas: víctima de su desequilibrio mental, la pobre mujer había sufrido por lo menos dos interna­ciones en establecimientos psiquiátricos…).
Sea como sea, Rachilde obró para que El amor en visitas fuese publicado en una editorial de sesgo licencioso, ya que era una obra poco “decente” para encontrar su lugar en las edito­riales más serias de la época; contaba con que el libro alcan­zase un éxito de ventas y de escándalo que le garantizase adecuados ingresos a su autor. Pero no logró ni lo uno ni lo otro.
Berthe de Courrière acompañó a Remy de Gourmont hasta su muerte, ocurrida en 1915, y como en ese momento, debido a la guerra, no había otras posibilidades en París para darle sepultura, logró que se lo admitiese en el panteón de su ex amante Clésinger, en el cementerio del Père-Lachaise. Sólo le quedaban unos meses por vivir, antes de ir a reunirse con ellos.

Carlos Cámara y Miguel Ángel Frontán
Apéndice a El amor en visitas de Alfred Jarry
EDLM, primera edición en epub, mayo de 2013.