martes, 2 de junio de 2015

Paul Léautaud: Los últimos días de Alfred Jarry




En mayo de 2013, Ediciones De La Mirándola publicó "El amor en visitas" de Alfred Jarry, en una cuidada edición con prólogo de Lucio Arrillaga. Estas páginas del célebre Journal littéraire de Paul Léautaud, inéditas hasta ahora en castellano, nos permiten asistir a los últimos días de uno de nuestros autores de predilección.


LOS ÚLTIMOS DÍAS DE ALFRED JARRY

Miércoles 23 de enero (1907). Ayer martes, en el Mercure, vi a Jarry que va por segunda a refugiarse en su provincia, en casa de su hermana, en Laval. Hablé de él con Valette. Acabado, completamente acabado, ese pobre Jarry. Enfermo, desquiciado por las privaciones, el alcoholismo y la masturbación, incapaz de ganarse la vida de ningún modo, ni con un empleo ni con una colaboración cualquiera a un periódico. Hace dos o tres años lo hicieron entrar al Figaro. No hacía nada, o lo que hacía era ilegible. Lleno de deudas y ya un poco loco, hace un año organizaron en el Mercure la publicación, en tirada limitada y muy cara, de un pequeño libro suyo. Eso le procuró, una vez pagadas todas sus deudas, alrededor de ochocientos o mil francos. Se lo gastó todo en copas, en recorridas por los cafés, de modo que hoy, molido y jodido, se resigna a volver a casa de su hermana. “Lo mejor sería que nunca volviese”, me decía Vallette. “Está jodido. Ni siquiera es capaz de hacer un mandado.”
Lunes 28 de octubre. —Esta noche, después de cenar, para dar un paseo fui a llevarles un poco de comida a unos gatos abandonados en el Luxemburgo. Parece que Jarry se está muriendo en el hospital de La Charité. Fue Van Bever quien me lo dijo esta tarde.
Miércoles 30 de octubre. —[…] Parece que Jarry se recupera.
Sábado 2 de noviembre. —Esta mañana fui a hacerme sacar otro diente. En el camino, vi en el Gil Blas que ayer murió Jarry.
Almorcé en casa de Bl…, muy tarde. Al volver pasé por el Mercure. Me encontré a Van Bever que estaba enviando los partes de defunción de Jarry. El entierro tendrá lugar mañana a las tres, Saint-Sulpice y Bagneux. […]
Vallette ha llegado. Él es quien se hace cargo de todo lo de Jarry, junto con Mirbeau, Nathanson y Claude Terrasse.
Ingenuidad y torpeza de Nathanson diciéndole a Vallette: “¿Necesita dinero? ¿Quiere algo ya mismo?”. Según él, el Mercure no tiene ni cien centavos en la caja, probablemente. Iglesia, cementerio, entre todo, las exequias de Jarry ascienden a quinientos francos. A Vallette le seguía pareciendo que eso era muy poco. Ya empiezan las exageraciones de circunstancias: volúmenes póstumos, artículos ditirámbicos, hasta un posible monumento, etc. Siempre lo mismo. Jarry —es cierto que era alcohólico y borracho perdido— se moría de hambre. Nadie se ocupaba de eso, salvo Vallette, que hizo mucho y varias veces. Ahora que ha muerto encuentran que tenía genio.
Domingo 3 de noviembre. —Hoy, entierro de Jarry. Llegué a La Charité a las tres menos veinte. Habíamos quedado en reunirnos aparte en un patiecito. Cuando llegué, Mirbeau me vio y se tomó la molestia de salir a mi encuentro para saludarme muy cordialmente. Me preguntó primero si había visto a Jarry muerto. Le respondí que no. […]
Me encuentro con Vallette. También me pregunta si vi a Jarry. Le respondo que no. “¿Quiere verlo?”, me dice, y lo sigo. En una especie de cobertizo estaba expuesto el ataúd, todavía abierto, lo que yo no había sospechado al verlo de lejos. Me quedé un rato mirando al pobre Ubú. Realmente, se lo veía mejor que cuando estaba vivo, tenía el aspecto de un joven Cristo de la escuela española, con un rostro muy calmo, muy sereno. Siempre la expresión habitual: como de alguien que duerme. Es curiosa esa especie de barniz que la muerte pone sobre los rostros.
Jueves 7 de noviembre. —[…] Vallette, entonces, nos habló de Jarry a Morisse y a mí. Habla muy de él, y muy adecuadamente. Le dije que tendría que escribir un artículo. Jarry es una figura curiosa. Nadie hará el artículo, y si Vallette no lo hace ahora, nunca lo hará. Sostiene que ya no está en forma para escribir y que no tiene tiempo.
El autor del artículo de L’Intransigeant dijo que el éxito que le dio una camarilla literaria a Ubú Rey condujo a Jarry a construirse un personaje singular, que vivía con un tabú y que escribía cosas de chiflado, que en poco tiempo lo volvieron loco en serio.
Es olvidar, o ignorar: que Ubú Rey es una obra alumnos del secundario, que escribieron en el secundario, para ridiculizar a un profesor, Jarry y dos de sus compañeros, y que se representó en familia, en la casa de la misma madre de Jarry, la que había hecho, ella misma, el sombrero de la marioneta de Ubú, sombrero que poseen Rachilde y Vallette, como regalo de Jarry.
Que mucho antes de que Ubú Rey se representase y lo hiciese conocer, Jarry ya había escrito y publicado cosas chifladas, locas, incomprensibles. La prueba: Les Minutes de Sable Mémorial.
Vallette contaba cosas muy justas sobre Jarry. No tenía nada de arribista. Así, la noche de la representación de Ubú Rey, Vallette, él y Rachilde, estaban en el café con Mendès. Mendès estaba en una mesa escribiendo su artículo. Como no sabía muy bien cómo salir del paso, le pidió a Rachilde, para que no pareciese que se hacía ayudar abiertamente por Jarry, que hiciera que Jarry fuera a sentarse a su lado. Charlarían distraídamente, y Mendès obtendría lo que quería. Jarry se negó de plano, y le respondió a Rachilde: “Pero no, pero no”, con esa voz y esa entonación especial que tanto le gustaban y riéndose. “Dejémoslo que chapotee y se enrede. Será mucho más gracioso”. Ése es realmente el carácter de Jarry.
Le dije a Vallette lo convencido que estoy de que debió sufrir moralmente, al volverse incapaz de escribir, incapaz de terminar nada, de poner en pie nada. Pero no reconocía nada de eso, muy por el contrario, de tan orgulloso que era. Pobre muchacho, lo mucho que debe de haberse reído, a veces, bebiendo para excitarse, y luego, borracho, durmiendo como un tronco varios días seguidos, y tan pobre, además.
Curioso individuo, estrafalario, sumamente inteligente e instruido, extraño, incluso desconcertante, pero de lo más interesante, en sus buenos tiempos, hace cinco o seis años. Personas que desde entonces no lo veían, que incluso lo conocieron muy poco, quizás incluso que lo comprendieron muy poco, sintieron eso, sin embargo, y lo recordaron, y fueron a las exequias. La prueba: André Lebey.
En su cama de hospital, ya no decía más que estas palabras: Je cherche, je cherche, je cherche, je cherche (estoy buscando…), sin parar, sesenta veces, cien veces seguidas. Al acercarse la muerte, ya no era más que un sonido: j'ch, j'ch, j'ch, el sonido de la j y de la ch.
Vallette tiene el manuscrito de un libro de Jarry completamente terminado, del que muchas veces lo oí hablar: Vida y opiniones del Doctor Faustroll, patafísico. Va a ver si puede publicar algunos fragmentos en el Mercure. En cuanto a publicar el libro mismo, es como todo lo que escribía Jarry: prácticamente ilegible, de tan oscuro.


PAUL LÉAUTAUD
Journal littéraire 1907-1909.
Traducción para Literatura y Traducciones de Carlos Cámara y Miguel Ángel Frontán.


LES DERNIERS JOURS D'ALFRED JARRY

Mercredi 23 janvier (1907). Hier mardi, au Mercure, j'ai vu Jarry, qui s'en va une seconde fois se retirer dans sa province, chez sa sœur, à Laval. J'ai parlé de lui avec Valette. Fini, bien fini, ce pauvre Jarry. Malade, détraqué par les privations, l'alcoolisme et la masturbation, incapable de gagner sa vie en aucune façon, ni avec un emploi, ni par une collaboration quelconque à un journal. On l'avait fait entrer il y a deux ou  trois ans au Figaro. Il ne faisait rien, ou ce qu'il faisait était illisible. Couvert de dettes et déjà un peu fou, il y a un an on avait organisé au Mercure la publication, à tirage restreint et très cher, d'un mince ouvrage de lui. Cela lui avait fourni, toutes ses dettes payées, environ un billet de huit cents à mille francs. Il a tout mangé à boire, à courir les cafés, si bien qu'aujourd'hui, fourbu et fichu, il se résigne à repartir chez sa sœur. « Le mieux serait qu'il ne revienne jamais, me disait Vallette. Il est fichu. Pas même capable de faire une course. »
Lundi 28 Octobre. — Ce soir, après dîner, pour me promener, je suis allé porter une petite pâtée à des chats perdus du Luxembourg. Il paraît que Jarry est en train de mourir à l'hôpital de la Charité. C'est Van Bever qui me l'a dit cette après-midi.
Mercredi 30 octobre. —[…] Il paraît que Jarry se remonte.
Samedi 2 Novembre. — Été ce matin me faire enlever encore une dent. En passant, je vois dans le Gil Blas que Jarry est mort hier.
Déjeuné chez Bl..., fort tard. En rentrant, passé au Mercure. Je trouve Van Bever en train  d'expédier les faire-part Jarry. L'enterrement a lieu demain à trois heures, Saint-Sulpice et Bagneux. […]
Vallette est arrivé. Toute l'affaire Jarry se fait par ses soins, et ceux de Mirbeau, de Nathanson et de Claude Terrasse.
Naïveté et maladresse de Nathanson disant à Vallette : « Avez-vous besoin d'argent ? Voulez-vous tout de suite quelque chose ? » Pour lui, le Mercure n'a pas cent sous en caisse, probablement. Église, cimetière, tout compris, les obsèques de Jarry reviennent à cinq cents francs. Vallette avait encore l'air de trouver que c'était bien peu de chose. Les exagérations de circonstance commencent déjà : volumes posthumes, articles dithyrambiques, question même d'un monument, etc... Toujours la même histoire. Jarry — il est vrai qu'il était alcoolique et ivrogne invétéré — mourait de faim. On ne s'en occupait pas, sauf Vallette, qui a fait beaucoup, et à plusieurs reprises. Maintenant qu'il est mort, on lui trouve du génie.
Dimanche 3 Novembre. — Aujourd'hui, enterrement de Jarry. Je suis arrivé à la Charité à trois heures moins vingt. On se réunissait dans une petite cour à part. Quand j'y suis arrivé, Mirbeau m'a aperçu et s'est dérangé pour venir au-devant de moi me dire bonjour très cordialement. II m'a d'abord demandé si j'avais vu Jarry mort. Je lui ai répondu non. […]
Je trouve Vallette. Il me demande aussi si j'ai vu Jarry. Je lui réponds non. « Voulez-vous le voir », me dit-il, et je le suis. Sous une sorte de hangar, le cercueil était exposé, encore ouvert, ce dont je ne m'étais pas douté en le voyant de loin. Je suis resté un moment à regarder ce pauvre Ubu. Il  tait mieux que vivant, certes, l'air d'un jeune Christ de l'école espagnole, avec un visage très calme, très reposé. Toujours l'expression habituelle : l'air de dormir. C'est curieux cette espèce de vernis que la mort met sur les visages.
Jeudi 7 Novembre. — […] Vallette nous a parlé alors de Jarry, à Morisse et à moi. Il en parle très bien, et très justement. Je lui disais qu'il devrait écrire un article. Jarry est une figure curieuse. Personne ne fera l'article, et si Vallette ne le fait pas maintenant, il ne le fera jamais. Il prétend n'être plus en forme pour écrire, et n'avoir pas le temps.
L'auteur de l'article de L’Intransigeant dit que le succès fait par une coterie littéraire à Ubu roi a amené Jarry à se faire un personnage singulier, vivant avec un tabou, et écrivant des choses tourneboulées, pour bientôt en devenir fou pour de bon.
C'est oublier, ou ignorer : que Ubu roi est une œuvre d'élèves de collège écrite au collège, pour ridiculiser un professeur, par Jarry et deux de ses camarades, et représentée en famille chez la mère même de Jarry, laquelle avait confectionné elle-même le chapeau de la marionnette d'Ubu, chapeau que Rachilde et Vallette possèdent, comme un cadeau de Jarry.
Que bien avant que Ubu roi fût représenté et l'eût fait connaître, Jarry avait déjà écrit et publié des choses tourneboulées, folles, incompréhensibles. Témoin : Les Minutes de Sable Mémorial.
Vallette racontait des choses très justes sur Jarry. Rien d'un arriviste. Ainsi, le soir de la  représentation de Ubu roi, Vallette, lui et Rachilde étaient au café avec Mendès. Mendès était à une table, écrivant son article. Ne sachant trop comment s'en tirer, il demanda à Rachilde, ne voulant pas avoir l'air de se faire éclairer ouvertement par Jarry, de faire en sorte que Jarry vînt s'asseoir à côté de lui. Ils causeraient négligemment, et Mendès aurait ce qu'il voulait. Jarry s'y refusa absolument, répondant à Rachilde : « Mais non, mais non », avec cette voix et cette intonation spéciale qu'il affectionnait, et riant. « Laissons-le barboter, s'empêtrer. Ce sera bien plus drôle. » Cela, c'est bien le caractère de Jarry.
Je disais à Vallette combien je pensais qu'il a dû souffrir moralement, devenu impuissant à écrire, ne pouvant rien finir, rien mettre sur pied. Il n'en avouait rien, bien au contraire, grand orgueilleux qu'il était. Pauvre garçon, ce qu'il n'a pas dû rire, quelquefois, buvant pour s'exciter, puis, ivre, dormant comme un plomb des jours de suite, et si pauvre, en plus.
Curieux individu, original, extrêmement intelligent et instruit, bizarre, déroutant même, mais intéressant au possible, à sa belle époque, il y a cinq ou six ans. Des gens qui ne l'avaient pas vu depuis, qui l'ont même très peu connu, peut-être même très peu compris, ont tout de même senti cela, et s'en sont souvenus, et sont venus aux obsèques. Témoin : André Lebey.
Dans son lit d'hôpital, il ne disait plus que ces mots : Je cherche, je cherche, je cherche, je cherche, sans s'arrêter, soixante fois, cent fois de suite. La mort approchant, ce n'était plus devenu qu'un son : j'ch, j'ch, j'ch, le son du j et du ch.
Vallette a le manuscrit d'un livre de Jarry complètement terminé, dont je l'avais souvent entendu parler : Vie et Opinions du docteur Faustroll, pataphysicien. Il va voir s'il peut en publier quelques morceaux dans le Mercure. Pour publier le livre même, c'est comme tout ce qu'écrivait Jarry : à peu près illisible, à force d'obscurité.
 PAUL LÉAUTAUD - Journal littéraire 1907-1909.