martes, 17 de abril de 2012

Omar Khayyam y Leopoldo Lugones




EL COLLAR DE ZAFIROS
de OMAR KAYAM


En La Nación, de Buenos Aires, del 28 de marzo de 1926 publicó Lugones, con este título, la traducción de cuarenta y cinco estrofas (cuartetas) de Omar Kayam. La acompañó de una extensa exposición del estado cultural de Persia en la época en que las mismas se compusieron y sobre la personalidad del autor, haciendo presente que el título de la publicación obedece a simbolizar el zafiro en los antiguos lapidarios la franqueza y la fidelidad. Recuerda también que las cuartetas carecen de conexión episódica; ello justifica la forma de la actual publicación.
(Nota de Pedro Miguel Obligado. Leopoldo Lugones. Obras poéticas completas. Aguilar, 1959.)





Todos saben que nunca murmuré una oración.

Que mis imperfecciones jamás ocultar quiero.

No sé si existen una justicia y un perdón.

Mas tengo confianza, pues siempre fui sincero.


*



Más allá de la tierra y lo infinito,

El cielo y el infierno perseguí.

Hasta que me anunció un solemne grito:

El cielo y el infierno están en ti.


*



Refugiado en mezquita, sinagoga o convento,

Por temor al infierno, busca el débil la calma.

Quien sabe la grandeza de Dios, no siembra en su alma

La cizaña del miedo ni del remordimiento.

*



Goza todos los frutos de la vida. Alza en todos


Los festines la copa más pródiga. No creas


Que Dios de nuestros vicios o virtudes se ocupa,

Ni te frustres ninguna felicidad que veas.

*



Otrora la mezquita frecuenté con empeño.

Si no rezaba, rico de esperanza volvía,

Ahora voy todavía

A las mezquitas donde la sombra es grata al sueño.

*



El Creador no habría formado deleznable,

Sino para su propia destrucción, todo ser.

Si ello fuera por feo, ¿quién es el responsable?

Si fuera por hermoso, no acierto a comprender.

*



Por la variada tierra va uno que no es creyente.

Infiel, rico ni pobre; ni Dios ni ley acata.

Que en la verdad no cree, ni de aseverar trata.

¿Quién será ese hombre triste, valeroso y prudente?

*



Faz de la dicha ajena, voces de amor: vuestro arte

Es, conmigo, ilusorio. Yo sé lo que he elegido,

Y cuando alguien me dice: «Dios ha de perdonarte»,

Rechazo sereno ese perdón que no he pedido.

*



No me arredra la muerte. Prefiero su sentencia

Inapelable, a aquella que al nacer me impusieron.

¿Qué es la vida? Un presente que a mi pesar me hicieron.

Y a devolver me afronto con fría indiferencia.

*



El vasto mundo, un grano de polvo en el espacio.

La ciencia de los hombres, palabras. La miríada

De pueblos, bestias, plantas de los climas, espectros.

Y el fin de tus perpetuas meditaciones, nada.


*

La vida es un monótono juego en el que estás cierto

De aquestas dos ganancias: dolor y muerte impía.

Dichoso el niño que al nacer ha muerto.

Y el que no vino al mundo, más feliz todavía.


*

Sueño sobre la tierra. Bajo la tierra sueño.

Sobre y bajo ella, cuerpos tendidos de igual modo.

Vana cualquiera senda, vano cualquier empeño.

Unos humanos llegan y otros se van, y es todo.

*



Mi nacimiento al mundo ningún bien ha traído.

Su esplendor, con mi muerte, no ha de disminuir.

Nadie puede explicarme por qué es que aquí he venido,

Ni por qué he de partir.


*

Sólo aquel que se cree sabio y aquel que nada

Quiere saber, alcanzan la dicha. Yo explorar

Intenté los secretos del mundo, y volví solo.

Envidiando a los ciegos que encontraba al pasar.


*

Escucha este profundo secreto de la suerte:

Cuando iluminó al mundo la primera alborada.

No era ya Adán más que una criatura desdichada.

Que invocaba la noche, que llamaba la muerte.


*

Plantas, perfumes, copas, labios, ojos, cabellos;

Bajo el tiempo mudable, juguetes todos ellos.

Virtud, piedad, constancia, penas, loas, querellas:

Bajo el soplo del tiempo, cenizas todas ellas.


*

Con lámparas apagadas y esperanzas encendidas,

Amanece.

Con lámparas encendidas y esperanzas apagadas.

Anochece.


*

Ajeno a lo que puede traerte la fortuna.

Trata hoy de ser dichoso. Llena tu copa ufana.

Y bebe, reposándote al claro de la luna

Que inútilmente, acaso, te buscará mañana.


*

Mi juventud florece de nuevo. ¡Vino! ¡Vino!

Si embriaga bien, no importa la clase del licor

Ni haré melindres, porque fácilmente adivino

Que al fin me saldrá amargo, cual la vida al mejor.


*

Sólo me importe el vino por tu copa brindado.

Tu boca es el más bello clavel de los hechizos.

Que el vino era como tus mejillas, rosado,

Y mis remordimientos leves como tus rizos.


*

Tuve sueño y me dijo la cordura: «Las rosas

De la dicha, en el sueño no acostumbran abrir.

¡Resístete a ese hermano de la muerte! ¡Alza el vaso!

Tienes la eternidad para dormir.»


*

¡Vino que a mi alma enferma dé un bálsamo divino!

¡Vino de aroma grato! ¡Vino color de rosa!

iVino que apague el fuego de mis dolores! ¡Vino!...

Y tu laúd de cuerdas de seda, ¡oh mi amorosa!


*

El cielo es a manera de una copa volcada

Bajo la cual, a tientas, van filósofo y sabio.

Todo el amor agota gozando con tu amada.

Cual se dan jarra y copa su sangre labio a labio.


*

« ¡No bebas más—me dicen—, oh Kayam! » Yo replico:

«Cuando bebo, comprendo lo que dicen la rosa,

El tulipán, el lino y el jazmín; y me explico

Hasta lo que no puede decirme mi amorosa.


*

Caeremos en la senda del amor, pisoteados

Por el Destino. ¡Oh niña que la embriaguez me das!

Ven ahora, a ofrecérmela en tus labios amados.

Que pronto será un poco de polvo y nada más.


*

Reserva mi tristeza, como el pájaro herido

Para morir se oculta: ¡Vino, ironía alada!

¡Más vino, rosas, cantos! Y en delicioso olvido

Tu indiferencia para mi pena, ¡oh bien amada!


*

Un pedazo de pan, un poco de agua fresca.

La sombra de algún árbol y tus ojos. No existe

Comparado conmigo.

Ni sultán más dichoso, ni mendigo más triste.



 *

Amor que no atormenta, no es amor. El brasero


¿Quema, acaso, lo mismo que el tizón ardedor?

Día y noche, durante su vida, el verdadero

Amante, se consume de alegría y dolor.


*

Vil corazón el que no sabe darte

En la embriaguez de amor, ciencia y fortuna.

Si no amas, ¿cómo pueden encantarte

El sol ardiente ni la fresca luna?


*

La amapola, en la sangre de algún rey enterrado,

Sorbe su rojo ardiente.

La violeta nace del lunar agraciado

Que fue estrella en el rostro de alguna adolescente.


*

Sentado ante su torno vi ayer un alfarero,

Que al modelar las asas y los flancos del vaso,

Iba amasando, acaso,

Con cráneos de sultanes, manos de pordioseros.


*

Seguir quisieran todos el rumbo verdadero.

Sendero que unos buscan y otros dan por hallado.

Hasta que un día oímos este apotegma honrado:

«No hay rumbo ni sendero.»


*

Conténtate con pocos amigos. No procures

Eternizar en nadie tu propia simpatía.

Y antes de dar tu mano, bueno es que te asegures

Si la otra que estrechas no ha de golpearte un día.


*

Huyen los días, rápidos como el agua del río

O el viento del desierto, que a ningún punto va.

Dos de ellos menosprecia mi indiferente hastío:

El que pasó ayer y el que mañana llegará.


*

Los sabios y filósofos más ilustres, marcharon

Entre las densas sombras de la duda, aunque fueron

Las antorchas de su época. ¿Qué hicieron? Pronunciaron

Algunas frases vagas y después se durmieron.


*

He aquí la verdad única: Somos cual los peones

Del ajedrez con que hace Dios su eterna jugada.

El nos mueve y detiene, cambia las posiciones.

Y luego vuelve a echarnos en el cofre de la nada.


*

Un día en la taberna, pregunté, cual se debe,

A un anciano filósofo, por los que ya se han ido.

Y así me respondió cauto y cumplido:

—No volverán. Es todo lo que sé. Calla y bebe.


*

Tuve ilustres maestros y mi saber triunfó.

Cuando ahora evoco al sabio que fui, comparo el caso

Con el agua que toma la forma de su vaso,

O bien con la humareda que el viento disipó.


*

¿Cuándo es que nací? ¿Cuándo moriré? ¿Quién recuerda

Su primer día? El último, ¿quién podría fijar?

Ven, mi flexible amada, quiero pedirle al vino

Que esa eterna ignorancia me permita olvidar.


*

¿Dónde irá ese jinete que en la tarde ha pasado?

¿Al bosque? ¿Al llano? ¿Dónde?... ¡No sé! ¿Cómo estaré

Mañana? ¿Encima o bajo la tierra acostado?

No sé…


*

Que tu sabiduría no moleste al vecino.

Domina orgullo y cólera, y si alcanzar supieras

La paz definitiva, sonríele al Destino

Que te hiere implacable, pero tú nunca hieras.


*

Olvídate del premio que ayer te fue negado.

Sé feliz. No te entregues a sufrir ni a esperar.

Lo que viene está escrito ya en el libro ignorado

Que el soplo de lo eterno va hojeando al pasar.


*

Tu vida no fue inútil si en tu pecho ha logrado

La bien plantada rosa del amor florecer.

Si entender la palabra de Dios has procurado,

Y si alzaste la copa, sonriendo al placer.


*

Si avaro dolor hasta las lágrimas te quita,

Las llovidas praderas evoca con cariño.

Si, harto del día, anhelas que una noche infinita

Sepulte al mundo, acuérdate del despertar de un niño.


*

Cierra tu Corán. Piensa libremente y amplía

Tu visión sobre el mundo. Con todo miserable

Comparte lo que tengas. Perdona al que es culpable

No entristezcas a nadie, y oculta tu ironía.



EDICIONES DE LA MIRÁNDOLA acaba de publicar TREINTA Y SIETE VERSIONES HOMÉRICAS Y OTRAS TRADUCCIONES, de LEOPOLDO LUGONES.