domingo, 24 de julio de 2011

Vargas Vila: Retrato de Léon Bloy




Fatigados de la mascarada abyecta de la Vida, es bello y consolador volver los ojos hacia ciertos espíritus sinceros, de coraje heroico, que conservan desnudos sus rostros ante la abyección de su época, como un farallón enhiesto ante el ultraje de las Olas;
uno de estos espíritus, es este enorme y desconcertante León Bloy;
¿es un Santo?
¿es un Apóstol?
¿es un Energúmeno ?
¿es un Loco?
de Santo tiene cierto rencor agreste, y cierta maldad nativa, que lo hace colindar, de un lado, con el salvajismo agresivo de Pablo el semita, incendiario de la belleza pagana, y del otro, con la elocuencia selvática de Jerónimo, el viejo asceta que llenó la Soledad con el ruido de sus Homilías;
¿de Apóstol?... tiene bien poco, o es bien bajo su Apostolado;
un apostolado de servidumbre mental, hecho para ser predicado a una piara, desde el fondo de una celda;
código de cerdos y de monjes;
de Padre de la Iglesia, sí tiene talla;
un Padre de la Iglesia ejerciendo la Pedagogía del Insulto;
una especie de San Bernardo desesperado ; feroz como aquel bulldog inverecundo de las perreras monacales;
¿loco?
sí;
en el grado bastante para ser sublime; energúmeno glorioso que ha hecho del Dicterio un azote, para herir con él, a todos los que han entrado, o llegan al Templo del Renombre;
sus odios, como perros, sin traílla, van siempre a caza de alguna reputación para morderla;
casi siempre de la Reputación de un Vencedor;
el Triunfo de los otros, lo exaspera, casi tanto, como sus propias derrotas;
yo no lo creo envidioso;
si así fuera, su Vida habría sido el Calvario de la Envidia;
como la de todos los críticos;
pero, a pesar de ser Crítico, yo creo a Bloy más alto que la Envidia;
son sus odios los que mueven su pluma;
unos odios sin medida que no tienen límites y no reconocen fronteras;
este Mendigo-Libelista no ha tendido nunca la mano, que no haya sido para pedir o para herir;
y casi siempre para ambas cosas;
hiere con la misma mano con que pide;
no ha soltado aún la moneda, cuando ya da el bofetón;
es con la boca llena del mendrugo de la limosna que insulta a aquel que se la dió;
insultar parece ser en él la digestión del favor;
el Mendigo Ingrato se ha llamado él mismo;
y con ese nombre ha publicado el Diario de su Vida;
una Vida de Mendicidad ;
y hace de esa Mendicidad una Virtud y un Orgullo;
él declara, que : il n'y a rien de plus grand que de mendier;
y grita en su mendigofilia álgida, como si fuese el Profeta de la Limosna, clamando desde las murallas del Hambre : Malheur à celui qui n'a pas mendié !
para él, todos, hasta Dios, y los muertos mendigan;
se hace un honor de ser un mendigo y, sobre todo, un Mendigo Ingrato;
de este Infortunio y esta Ignominia hace su bandera;
la Ingratitud le parece aún más gloriosa que la Mendicidad;
y es de esa pasión innoble que él quiere hacerse un escudo de nobleza;
tener la pasión de la Ingratitud, hasta ser ingrato a su Pasión;
ése es su Lema;
y a ese Lema Hiscariotesco ha ajustado su Vida;
una Vida de Abandono, de Dolor y de Miseria, semejante a la de un león ciego perdido en una selva;
y León Bloy es un ciego del Odio;
el Odio ardió las pupilas de su alma, como el llanto ha ardido sin cegarlas, sus grandes pupilas de felino triste, que os miran con el candor malo de unos ojos de niño encolerizado;
yo lo vi una vez, en una Librería de la rive gauche, muy cerca al Bulevar Saint- Germain;
era un cuadro apropiado a su grandeza mental;
libros y Soledad;
lo vi bien;
enorme, corpulento, mastodóntico; un titán de feria escapado a un circo ambulante;
rojo, pictórico de sangre, como un viejo lobo de mar de las escuadras de Albión;
blanca la luenga melena, y blanco el bigote hirsuto;
ojos prominentes, bajo las níveas cejas enmarañadas, que parecen amenazarlos más que ornarlos;
ojos de un gris relampagueante y metálico, muy enrojecidos, como fatigados de veladas y de lágrimas;
ojos que han llorado mucho, que han hundido muy hondo sus miradas en el Imperio del Alma, en el corazón cruel de la Vida, y han mirado largo tiempo al cielo vacío, empeñándose en crear en él, un Dios, que le sirva de Esperanza;
y ojos, sin embargo, suaves, con una suavidad, aterciopelada como la de la piel de una pantera;
ojos de loco;
de Inquisidor;
y de Mártir;
no quise ser presentado a él;
temí perder la Admiración que le profeso...
¡he perdido tantas, al contacto con aquellos que admiraba!...
renuncié a estrechar la zarpa de la fiera, que hojeaba con ella los libros, lentamente, voluptuosamente, como un tigre que acariciara las rosas de un rosal;
sus ojos devoraban las páginas, con sabia avidez;
sus belfos temblaban, repitiendo para Sí Mismo ciertos párrafos;
su ferocidad dormía, aletargada;
se diría un leopardo en éxtasis;
............................................................
no va hasta el Genio el Talento de León Bloy;
lo que va en él, hasta el Genio, es la Pasión;
una Pasión absorbente, desbordante, invasora y posesora, como una invasión de aguas correntosas, que todo lo anegan y lo arrastran todo;
este desesperado descomunal escribió la Historia de su alma, en un libro, bajo un título que lo condensa todo : el Desesperado;
la Desesperación es su Musa;
una Desesperación que pasa los límites de lo explicable;
las huellas de este dolor desesperado marcan la Obra de Bloy, como las uñas de una garra;
la Obra, sangra bajo nuestros ojos, como una entraña rota;
sangra y llora;
los libros de Bloy son fieras que lloran como niños...
hay un lirismo alto y trémulo en este grito que es un cántico que rompe las notas del pentagrama, y en esas lágrimas que corroen las cuerdas de la lira como si fuesen de un ácido fatal;
ese grito llega a tomar entonaciones de una armonía astral;
imaginaos un coro de estrellas que lloraran;
sus lágrimas quemarían la faz de la Tierra;
como las de Bloy, han quemado la faz de su alma, y su propio corazón;
este limosnero-lírico da al Mundo una limosna mayor que todas las que haya podido recibir: la moneda de su Estilo;
esa su prosa sin serenidades, prosa de huracanes, siempre en tempestad, como la de Isaías;
todo es rugiente en Bloy;
todo, hasta la Resignación;
nada hay más agresivo que su Humildad;
se diría que se humilla como una fiera se arrastra; para dar el salto y herir mejor;
su ternura es cruel, como la de los lobeznos cuando se prenden al pezón materno, devoran en vez de acariciar;
su Piedad es dura, como la roca que hirió Moisés; se abre para apagar la sed de los otros, y no logra apagar su propia sed; permanece inaccesible e inalterable;
cuando habla con Dios, parece reprocharlo;
se diría que lo amonesta;
nunca, después de la de Prometeo, una voz más violenta sonó bajo los cielos para interrogar los dioses:
Zeus fue menos imperiosamente interrogado por aquel a quien encadenaba...
así caracolea Bloy en un Circo de elipsis, de apóstrofes y de metáforas, todas centellantes, como si las incendiara con tocarlas;
es un león del Apocalipsis, arrastrando un carro de fuego en las soledades del cielo;
es el Automártir;
como todos los grandes rebeldes, él mismo ha prendido fuego a la pira de su martirio;...
como el Profeta, se ha desnudado en la plaza pública, exhibiendo sus miserias y ha dialogado con los astros desde el lodazal de sus detritus;
el mismo Diógenes le es inferior en la violencia del Cinismo;
¿es loco?
sí;
pero loco de Absoluto;
el catolicismo virulento de Bloy es el más lógico de todos los que yo he conocido, porque es cruel, absurdo y malo, como el alma del Catolicismo;
su intemperancia, su inverecundia, su odio a la Libertad, católicos son;
su Fe, no pudiendo ser una Idea, hecha Crimen, como en los inquisidores, ha querido ser un Crimen, hecho Idea, como en  los teólogos;
 pero él no tiene el corazón de hiena de un Ignacio de Loyola, ni el testuz bovino de aquel cornúpeto enfurecido que fue Tomás el de Aquino;
sus cóleras, si no son nobles son grandes: cóleras de león;
como todos los violentos, es un tierno; leed su Femme Pauvre;
es el himno de un Cristo miserable, enamorado de la Verónica que enjugó su sudor, camino del Calvario;
la Ternura tiene allí, magnificencias infinitas que superan a la música de todos los versos;
hay un perfume de Cantar de los Cantares en aquel jardín de suplicios, donde las rosas se abren, malas y contorsionadas, como bocas de víboras en furia;
tocado por el Amor, aquel río de tinieblas, se hace como un río de estrellas;
aquel vagabundo medio desnudo, besa los pies desnudos de aquella que lo acompaña en la Vía Dolorosa;
se sienta con ella bajo los pórticos de los templos y mendigan juntos;
parten el pan de la limosna, y dan sus migas a los pájaros del Cielo;
entran a la Soledad penumbrosa de las basílicas y se absorben en la Oración;
la paloma abre las alas y el león encoje las garras;
y oran;
y la paloma vela sobre el león que reza;
esfolian las páginas de un libro de devoción, y cantan juntos, como dos cristianos primitivos en el fondo de una catacumba;
como todos los animales de fuerza, Bloy es pudoroso en su Amor; tiene el pudor de un paquidermo;
el Amor, tiene en su libro formas santificantes;
no diré que es un amor místico, porque el Misticismo católico es un vicio mental, más degradante que todas las prostituciones;
pero diré que es puro, con una pureza de lirios en botón;
estos dos seres, sedientos de Absoluto y de Infinito —porque Verónica enfermó muy pronto de la misma locura de Bloy— viven con la boca llena de plegarias, tendidos los labios, sedientos de Milagro, hacia las cataratas del cielo que no sueltan jamás sobre ellos la lluvia de las consolaciones;
es el único libro en que Bloy canta;
y su cántico es un cántico de llamas;
un torbellino de fuego;
sonoro como el incendio de un bosque;
en sus demás libros, no hacen sino rugir;
su Vida es un rugido enorme, de tigre prisionero debajo de un altar y cuyo rugido hace temblar todo en el Templo; los Cristos desnudos en sus lienzos, las flores de los arquitrabes, los santos de los nichos y los arcángeles pintados en las cúpulas, las cariátides de las murallas, y las veletas girantes en lo alto de las torres;
bajo sus aires de católico dementizado y de alabardero del Sylabus, es un cristiano primitivo, enemigo de la Civilización, una alma de ermitaño, en perpetuo sueño del Desierto;
un Troglodita, imposible de domesticar y de civilizar...
tiene una alma de Selva;
como a todos los espíritus muy altos, la promiscuidad le es odiosa;
 la Soledad, es su refugio;
¿qué otra cosa podría ser que un Solitario, este Refractario, parado en el umbral del Templo; perpetuo centinela del Santuario; desnuda su lanza de Soldado de Dios ?
la Soledad es el reino de las tempestades y es sólo en él que puede correr ese torrente de las imprecaciones y de las lamentaciones que se despeña desde las cimas desoladas, hacia los mares profundos;
la Miseria le arranca los más bellos rugidos, y el cuello hercúleo se hace lírico cuando pasa por él el tropel de los sollozos;
en sus noches sin pan y sin abrigo, se muerde el corazón, y lo da en pedazos a sus hijos, como un pelícano de esplendor y de magnificencia, dándose en holocausto sobre la cruz de sus alas;
con una mansedumbre salvaje de águila agonizante;
clerical profesional, de un clericalismo ciego y absurdo, abyecto como todos los clericalismos, tiene todas las bajas pasiones de la Iglesia, y se hace asqueroso, en su repugnante actitud de creyente apasionado que devora el dogma, haciendo el gesto de protegerlo;
cruzado atrabiliario y procaz, Sagitario incansable y cruel de las huestes católicas, no es, sin embargo, odioso del todo, este iluminado cándido cuyas cóleras no han perjudicado nunca sino a él, solo;
su Vida ha sido de tal manera dolorosa y miserable que desarma todo rencor contra él;
aquellos mismos a quienes ha mordido han tenido piedad de herirlo;
cincuenta años de miserias, de intemperies, de hambre y de abandono, son un espectáculo tan conmovedor que no hay odio ni desprecio que no se desarme ante él;
el tormento de este Mendigo Solitario ha sido el de ver triunfar a todos, sin  poder evitar ese triunfo, ni poder él triunfar jamás;
defendiendo la Iglesia y atacando a sus más grandes escritores;
odiando la Política y ejecutando diariamente a los jefes de ella;
haciendo Literatura para lapidar los literatos;... este Mendigo de todo, hasta de la Celebridad, ha envejecido, si no en la Obscuridad, al menos en una celebridad tan brumosa que se parece extrañamente a la Sombra...
una Sociedad entera ha trabajado por arrojar este hombre en los fosos del Olvido...
a veces lo ha logrado a medias...
pero aquel Hombre medio sepultado resurge, más terrible que antes, más furioso que nunca;
y nada resiste al empuje de aquel Revenant iconoclasta;
la maza de Sansón vibra en el aire; y las columnas del Templo se sienten vacilar...
no hay Dalila posible para este bárbaro casto, que prefiere el lecho de su Dolor al lecho de todas las mujeres;
libelista, el primer libelista de Francia y del mundo, su Obra toda no es sino un inmenso Libelo;
no ha escrito, ha vomitado libelos sobre el mundo;
libelos de una tan acre Elocuencia, de una tan alta y sonora entonación, de una tan prodigiosa factura, que aquellos mismos que caen bajo ellos, caen en un gesto de Apoteosis, coronados por las rosas de aquella Dialéctica de Exaltación que hace retroceder eclipsadas las metáforas del Dante, y hace palidecer como exangües los más apasionados anatemas de la Biblia;
el taciturno florentino, no torsionó sus víctimas como el panfletario francés tortura las suyas;
todos los laberintos y las anfructuosidades del Infierno dantesco son senderos florecidos y reposorios de ventura al lado de estos senderos inmisericordes, tapizados de guijarros, por los cuales Bloy arrastra sus víctimas en las páginas despiadadas de sus Libelos;
sus prosas desconcertantes llevan la violencia de la frase más allá de la Diatriba, y ésta se rompe en pedazos ;
con los fragmentos de esto que no es ya ni el Insulto sino su epilepsia, ultima Bloy sus víctimas;
sorprende que una lengua escrita pueda soportar esa violencia sin romperse;
la cuerda del arco de ese arquero es hecha de los metales del cielo; de otra manera, se habría roto en su tensión; fundida por el calor de la mano que dispara el dardo;
con este dardo ha herido, si no abatido, los más fuertes titanes de las legiones literarias;
en ninguna parte la inutilidad y la esterilidad de la Crítica aparecen tan patentes como en la Obra de Bloy;
la Crítica de Bloy ha sido un fiemo de águila que ha servido de abono a las más altas reputaciones;
ha tenido la fecundidad de las hojas muertas que fecundan con su ruina la Tierra, preparando el esplendor y la vitalidad de las hojas por nacer.
Bloy no es un crítico profesional;
esa ciencia de crustáceos venenosos no es su ciencia;
la deja para los acerebrados de la prensa, para los Abelardos de la pluma, desesperados de su impotencia;
él, es un Libelista;
y es como Libelista que ha ejercido la Crítica;
es como un tigre, que en un momento de su goce, saliendo a un prado ribereño a un lago, se complace en aplastar con su garra los nínfeos encantadores y los juncos florecidos que se miran en las aguas dormidas...
su misión no es tronchar juncos y nínfeos, pero es un placer de su espíritu destructor, y se lo da;
en esa, como en sus otras faces de Escritor, él ha llevado el Dicterio, más allá de los límites del Diccionario; en una zona filológica desconocida hasta hoy;
ha sentido la embriaguez del Insulto como otros seres crueles sienten la embriaguez de la Sangre;
no ha destruido nada; pero lo ha mancillado todo;
la Elocuencia de la Procacidad adquiere en sus labios entonaciones cuasi épicas, no habituales hasta hoy a los labios habitualmente procaces de los hombres;
esa Elocuencia no se serena nunca, no se aplaca jamás;
la Serenidad está ausente de él, como está ausente de las entrañas del rayo;
aun admirando es agresivo, como un zarzal que no pierde sus espinas floreciendo;
el río de la Palabra se hace en sus labios un río de cóleras, cualesquiera que sean las alturas de donde baje y las riberas en que cante...
las espumas que este mar arroja sobre las riberas son melodiosas, al romperse contra la playa cantan, como si en cada una de ellas viviera el alma de una Sirena;
¡cómo es bella la canción de esas olas enfurecidas!...
¡bella como una tempestad!...
y es porque Bloy da a sus rugidos la música divina de su Estilo;
y la magia de un estilo sirve para  embellecerlo todo; hasta aquello que parece irremediablemente deforme:
el alma toda de los pueblos vive en el estilo de sus grandes escritores, como el alma de las selvas vive en los ríos caudalosos que las fecundan, las reflejan y las cantan;
 y Esquilo, Dante, Shakespeare, fueron toda el alma de los pueblos y las épocas en que vivieron;
la espantosa expiación de un pueblo y de una época es no tener un gran Escritor que las refleje en su Estilo;
el alma de Roma vive toda en Tácito, y se transmite a todos los grandes Escritores de Justicia, a través de las olas tumultuosas de las edades;
y León Bloy es uno de estos grandes justicieros;
el alma de Tácito vive en él;
este huracán de Dolor, yendo como una nube de borrasca del Oriente al Occidente, amenazando todas las cimas;
esta lluvia de lágrimas lenta y larga, como una lluvia de Otoño, cayendo sobre jardines muertos y campos en desolación...
inquietan, conmueven y adoloran;
¿por qué esta ignorancia absoluta del Consuelo?
¿por qué este olvido completo de la Paz?...
¿por qué esta imposibilidad de la serenidad ?
¿toda forma de calma le es prohibida a esta alma ?
¿todas... hasta la de la Resignación?... cuando se prosterna y ora, ruge a los pies de Dios, como un toro salvaje que husmea la sangre de otra bestia;
adora, y no se somete ;
se humilla, y no se resigna;
cree, y no espera;
llora y no enmudece;
nada tiene el poder de apaciguarlo... nada...
ni Dios mismo, en cuya gloria cree, y, en cuyos brazos quiere refugiarse;
su dolor es una cesidad;
la embriaguez de las lágrimas no se conoce si no en Bloy;
como la majestad del rugido...
inexorable, implacable, desaforado, como la voz del huracán, entre un grupo de islotes desiertos y de arrecifes desnudos en medio del Océano;
del tenebroso océano de las desolaciones;
misericordia... ¿si exististe alguna vez, no te dijeron nada los gritos y las lágri¬mas de aquel mendigo errabundo perdido en el corazón de todas las tinieblas?...
él fue el amigo de Verlaine, y superó a Verlaine en su dolor...
él fue el enemigo de Huysmans, y el cáncer que devoró el rostro de Huysmans le devora a él el corazón, bajo las formas no visibles de la Angustia y de la Desesperación;
él fue el enemigo de todo el mundo, y el mundo todo se hizo su enemigo;
la Miseria lo asfixia con su abrazo, y tortura en su presencia su prole sin defensa;
el hambre roe sus entrañas y las de sus hijos, como los perros hambrientos devoran las entrañas de los cadáveres en un campo de batalla;
leed esos libros desopilantes y desobligantes: Mendigo Ingrato, Mi Diario, Cuatro años de Cautividad entre los cerdos del Marne, El Invendible, León Bloy ante los puercos, toda esa admirable poligrafía, que termina en El Umbral del Apocalipsis, y decid si habéis leído algo más angustiante, o asistido a las peripecias de una tragedia más desgarradora;
el Dolor, la Desesperanza, el Hambre, la Enfermedad, la Muerte... aúllan allí como lobos amotinados en medio de la estepa;...
¡cuántos días sin pan;... casi infinitos!;
¡cuántas noches sin sueño, ante la pesadilla del mañana ;... años y años;...
cuántas horas de vela cerca al lecho de los hijos moribundos;...
el cadáver del niño sin sepultura;
la madre enferma...
la visión del Hospital inclemente;
el subir y bajar la escalera del extraño en busca de un mendrugo;
el ser despedido por aquellos que llegaron a la cumbre, bajo la pedrea de dicterios de sus libelos;
la limosna arrojada como una ofensa, por manos que protegen y no olvidan;
favores recibidos, que parecen un puntapié;
el lacayo insolente, empujando al Mendigo Ilustre, que se humilla para que su hija no muera sin alimento;
la morada insalubre, privada de aire y de luz...
la Epidemia que no puede evitarse y se lleva los niños, uno a uno;
la Muerte que llega para todos, menos para él... la vejez miserable;
la decrepitud con hambre y casi ciega andando a tropezones por la calle, en busca de un mendrugo...
los diarios que se cierran ante el Libelista, o lo arrojan fuera...
los libros que no se imprimen o no se venden...
los días sin amparo;
las noches sin refugio;
esa peregrinación hacia la Muerte, buscando a tientas un rincón en que morir;
¿eso no os conmueve?
eso ha sido y eso es la Vida de León Bloy, perseguido ahora mismo, en plena guerra, y expulsado de las aldeas en que se refugia;
y este Grande Hombre honra al mundo en que vive, la Patria en que nació, la lengua en que escribe, y la pluma con que deshonra a los demás;
y este Escritor glorioso es gloria de Francia, de Francia, que es la Gloria del Mundo;
y este Hombre no cede, no se rinde, no capitula;
continúa en combatir, es decir, en insultar ;
a los vencedores de ayer, a los vencedores de hoy, a los vencedores de mañana;
en apostrofar a los hombres y a los pueblos;
en ultrajar todas las coronas;
en escupir sobre todos los laureles;
solo y desventurado;
contra todos y contra Todo.
Sagitario del Odio.
Hércules de la Diatriba.
Dios solitario del Insulto;
invencible en su vencimiento;
puro en su estercolero;
fuerte en su hambre.
Sublime en su Dolor;
nadie, ni Luzbel, fue más grande en su Infortunio...
viéndolo pasar coronado de espinas la Admiración del Mundo debe inclinarse para decir: Ecce Homo
he aquí el Hombre del Dolor... el Invendible...
el Peregrino de lo Absoluto...
¡Salve al Mendigo Ingrato!
¡Salve!...


JOSÉ MARÍA VARGAS VILA (Sombras de Águilas)